Exceso de mimo es tan nocivo como falta de amor

Los padres que cuidan en exceso a sus hijos les están coartando sus posibilidades de crecimiento. Los niños deben correr riesgos y tomar decisiones, esto les ayuda a forjarse un carácter, además los acostumbra a afrontar dificultades y resolverlas.

La sobreprotección muchas veces enmascara el desafecto, pues obedece al deseo de mantener dependientes a los hijos. Luego, al faltarles la sombra protectora se desestabilizan más fácilmente.

Se afirma que «más importante que la constitución misma del hogar es la responsabilidad con que los padres desempeñan su papel, pues ello determinará el equilibrio del niño».

Lo ideal para cualquier niño es vivir en un hogar donde convivan la paz y la armonía. Se ha comentado que el temor y la inseguridad de algunos adultos puede ser el resultado de angustias que sintieron cuando niños durante las disputas de sus padres, aunque éstos hayan tratado de ocultarlas. «El silencio puede ser más nocivo que la verdad. Son preferibles, si no puede haber acuerdo, las discusiones civilizadas».

El niño siempre está en guardia, por su constante curiosidad. Por eso, se eleva con las impresiones positivas que capta, y se deprime a veces irreparablemente con las impresiones negativas que les causan los mayores con riñas y discusiones, entre otras. Cuando esto ocurre, el niño no teme por sí mismo, sino por lo que cree va a sucederle a los dos seres a quienes ama.

Se siente despojado ante la alternativa de ponerse a favor o en contra de ellos durante tales episodios.

Una forma de concederle valor al niño es respetarlo, pero esto no sucede cuando se ve forzado a servir de testigos de escenas que lo atormentan y lo asustan.

Hay otras formas de sembrar en el pequeño sentimientos de minusvalía. Esto ocurre cuando muestra orgulloso sus dibujos a los mayores y experimenta la frustración de que no le hacen caso o se los miren con desdén. También es negativa la actitud de quienes pretenden justificar actos de mala conducta con la frase «es sólo un niño, y no sabe lo que hace».

El niño es el germen básico y vital de la futura familia, y es en la infancia donde se concentran las máximas posibilidades del hombre. Por ello, estamos obligados a educarlos, desarrollando sus valores. En tal sentido, la estructura familiar debe prepararse y establecer para sus hijos, un programa de vida.