Prevención de defectos del tubo neural

El 75 por ciento de los defectos del tubo neural se pueden prevenir.

España es el segundo país europeo con más afectados de espina bífida, según ha afirmado Juan Pérez, presidente de la Federación Española de Asociaciones de Espina Bífida, con motivo del Día Nacional de Espina Bífida.

Uno de cada 1.000 niños que nacen en España presenta una malformación congénita del tubo neural y la mitad de ellos tiene espina bífida.

Lo más importante, a juicio de Antonio González, de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) y jefe del Servicio de Maternidad del Hospital de La Paz, en Madrid, es que tres de cada cuatro defectos del tubo neural se podrían prevenir si la mujer recibiera un aporte farmacológico con folatos cuatro semanas antes del embarazo y durante los tres primeros meses del mismo.

Y añade que, «a veces, la dieta no es suficiente, ya que la absorción de folatos tiene dificultades y su nivel en sangre no se corresponde con su ingestión. Por tanto, los folatos adquiridos por la dieta no son suficientes».

Los especialistas coinciden en que el principal problema radica en el hecho de que la mujer no conoce su embarazo hasta el inicio del segundo mes, por lo que en muchos casos ya sería tarde para una prevención eficaz, ya que el tubo neural se forma en las primeras tres o cuatro semanas de gestación. Por eso, la SEGO recomienda la consulta previa al embarazo.

Coincidiendo con este día, la SEGO ha puesto en marcha un protocolo de Prevención de Defectos del Tubo Neural mediante el Aporte Periconcepcional de Folatos que se establecerá en toda España con el objetivo de prevenir activamente estas malformaciones.

Las causas de los defectos del tubo neural y, en concreto, de la espina bífida, según ha explicado Luis Cabero, presidente de la SEGO, «son variadas, aunque, en ocasiones, pueden depender de la carga genética de las células, de tal modo que, cuando éstas se dividen en las fases iniciales del embarazo, puede ocurrir que aparezca el defecto porque la carga que regula esta división sea anómala».

De todos modos, los estudios realizados han demostrado que en el 95 por ciento de los casos las madres de los niños con espina bífida no presentaban un antecedente previo, por lo que «puede aceptarse que el factor genético sólo es de carácter predisponente».

Secuelas

Las secuelas que pueden quedar en el niño dependerán de en qué punto concreto esté localizada la espina bífida. Cuanto más alta en relación con la espalda, mayores son las secuelas.

La hipomotilidad es una de las consecuencias más importantes, además de pérdida de sensibilidad, del tacto, del dolor, de la presión, del frío o calor en aquellas zonas relacionadas con los nervios afectados.

Otras de las consecuencias son debilidad muscular, alteración de los músculos de la vejiga y de los esfínteres, que conlleva incontinencia urinaria y fecal, e hidrocefalia, que la presentan el 70 por ciento de los niños nacidos con espina bífida. Otras secuelas pueden ser los testículos mal descendidos en los varones, la pubertad precoz en las niñas, el prolapso rectal y la tendencia a la obesidad en ambos sexos.

Además, se ha encontrado una alta incidencia entre niños y jóvenes de alergia al látex, a causa de los tratamientos clínicos a que se ven sometidos. En opinión de Amparo Cuxart, coordinadora de la Unidad de Espina Bífida del Hospital Valle de Hebrón, de Barceloma, la medicina ha mejorado mucho el abordaje de muchas de estas complicaciones, como la hidrocefalia, la incontinencia o la cirugía de la columna.

Al ser una malformación congénita que afecta a tres sistemas del organismo -el sistema nervioso central, el aparato locomotor y el sistema genitourinario-, Amparo Cuxart comenta que el tratamiento debe ser abordado desde un punto de vista multidisciplinar. «En las unidades de espina bífida trabajan en colaboración distintos especialistas que pueden tratar a estos pacientes desde que nacen hasta que son mayores».
Cuando nace un niño con espina bífida, el primer tratamiento es el cierre del mielomeningocele y la colocación de una válvula ventricular si presenta hidrocefalia. «Se hace en los primeros días de vida. El momento del cierre es independiente del nivel de lesión que va a tener el paciente, porque eso depende de la malformación. Ahora bien, es mejor no retrasarlo porque hay un riesgo de infección del SNC y, por tanto, de complicaciones graves, como una meningitis».

Un estudio realizado por el Instituto de Neurología y Neurocirugía del Hospital Beth Israel, de Nueva York, propone la posibilidad, todavía discutida, de realizar una cirugía intrauterina para cerrar el mielomeningocele en la época fetal.